Un buen día


Quien cree que me conoce dice que soy un hombre de costumbres. Yo difiero: lo que soy es un hombre tradicional, alguien que valora profundamente la tradición. Me fascina ser parte de grupos, de acciones o de rituales que, a base de repetición y sentimiento, consiguen trascender y dejar de ser de aquellos que lo iniciaron para pasar a ser comunes.
 

Por eso, un día como hoy me encanta pensar en los tres sabios de Oriente. ¿Podrían siquiera imaginar, mientras avanzaban al trote de sus camellos, que la ilusión con la que se acercaban a adorar al Niño Jesús se replicaría más de dos mil años después en millones de casas de un país, por entonces aún inexistente, llamado España? Una ilusión que se crea en los niños gracias a un esfuerzo conjunto de todos los adultos de nuestra sociedad. Unos adultos que, aunque a veces la disimulen entre capas de cinismo, también la ven aflorar con cosquillas en el estómago al encontrar un bulto envuelto en papel de regalo al lado de sus zapatos. 

Hay gente que dice que “a donde has sido feliz, nunca debes volver”, pero yo creo que se equivocan. Al fin y al cabo, yo cada 6 de enero vuelvo a mi casa, a abrir regalos y a abrazar a mi gran familia con la misma ilusión y cariño que aquel niño que, en la noche de Reyes, se dormía escuchando El Larguero pensando en que cuando despertara comenzaría el día más feliz del año. 

Felices Reyes a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.


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